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Comer mucho arroz es cosa de listos
El arroz es para los asiáticos el equivalente al pan para los europeos. Disfrutarlo en desayuno, comida y cena tiene su truco. Aprende a preparar un tentempié de “toma arroz y moja”.
“Pan con pan, comida de tontos”. Seguro que has escuchado alguna vez esta proverbial frase cuando levantabas poco más de un palmo de suelo. Sobre todo si ese día el bocata de la merienda no resultaba demasiado apetecible y optabas por mordisquear el pan mientras ibas aparcando el relleno, la enjundia que diría tu madre. Puede que, incluso, el pan siga siendo tu perdición y seas capaz de comerte media barra con un par de huevos fritos (o sin ellos). Pero ¿es el arroz con arroz comida de listos?.
Si hubieras nacido en la otra punta del globo, tal vez tu alimento fetiche no sería el pan, sino el arroz. Este cereal es el alimento básico de medio planeta. Allá por 2010, la FAO calculó que, de media, los humanos nos zampamos algo más de 58 kilos al año. Es decir, más de 1 kilo a la semana.
Si no te salen las cuentas, ten presente que en Asia se come un montón de arroz. Lo cultivan desde hace unos 10.000 años y en algunos países incluso supone 7 de cada 10 calorías ingeridas, toda una fuente de energía. Aunque no esté solo en el plato y se acompañe de verduritas, por ejemplo, allí dar buena cuenta de un bol de arroz blanco es síntoma de ser más listo que el hambre o, dicho de otro modo, de un buen instinto de supervivencia.
¿Qué queréis desayunar? ¡Arroz y nada más!
Se puede decir que el arroz, por sí solo, también te hace más listo. En Japón, se analizó a 290 niños sanos en función de lo que desayunaban, y entre escáner y escáner se descubrió que aquellos mozalbetes que tomaban arroz en lugar de pan tenían más capacidad cognitiva, volumen de materia gris y hasta cociente intelectual.
El arroz es un carbohidrato, es decir, combustible para el cuerpo y la mente. Javier Arocena, un biólogo español experto en nutrición, lo definió como “auténtica gasolina que el cerebro necesita a diario” en un congreso sobre fibromialgia.
Nos ponemos la bata de científico para explicar por qué: sus elogios se deben a que el arroz tiene almidón, que aporta glucosa de forma estable. La glucosa es el nutriente del cerebro por excelencia. Deriva de la degradación de hidratos de carbono. ¿Y qué los contiene? ¡Bingo! El arroz, claro.
El Ministerio de Agricultura nipón lo tiene taaaan claro que lanzó una campaña para promocionar el desayuno tradicional japonés, a base de arroz blanco, con el lema: “Have a rice day”.
Si quieres beneficiarte de las bondades del arroz, pero te pesa la cultura occidental -es decir, que no te atreves a empezar el día con un delicioso bol de arroz y soja (aún)-, puedes probar mezclando arroz para sushi con leche. Puede ser la clásica leche de vaca o decantarte por una vegetal, de soja, almendras o arroz (valga la redundancia), tú eliges. Endulza esta base con azúcar o miel, canela y hasta frutas deshidratadas, como las pasas o los orejones. Y ya tienes listo un arroz con leche express en toda regla, no apto para puristas.
Mañana, tarde y noche
Cuando decimos que el arroz está muy presente en la dieta asiática, no nos referimos solo a la primera comida de la jornada. Si cotilleáramos cualquier hogar hindú sería fácil encontrar un puchero de arroz cociendo en la cocina. Es probable que esta escena se repita 3 veces al día en este y otros países del continente.
Lo que cambiará será la variedad de cereal y el ritual de preparación. La cultura del arroz es amplísima. Y dependiendo de la variedad, tocará preparar el arroz de una manera u otra. Comprobemos si ese primer bol matutino nos han encendido las neuronas:
- Para comer con palillos. Como el arroz de sushi, de grano corto. Necesitamos una consistencia más bien pastosa, para que los granos se peguen unos a otros y no se nos escapen. Ya hemos visto las posibilidades del arroz para sushi, apto incluso para desayunar.
- Sueltecito: Como el basmati o el jazmín. Son variedades de grano largo y ricos aromas. Quedan mucho más sueltos al cocinarlos y por eso son tan resultones solos o en compañía de platos de sabores potentes, picantes o, por qué no decirlo directamente, más abrasadores que las llamas del infierno.
¿Un secreto para disfrutar estos arroces de verdad? Abre la nevera. Saca esas sobras de verduras, carne o pescado a las que ya no sabías cómo dar salida. Acompáñalas de un arroz aromatizado, y ya tienes un menú digno de un marajá.
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